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viernes, 18 de abril de 2008

Los nuevos invasores de Santa María

................................................................................ RAMÓN LEIRO
MARTIÑO SUÁREZ
CRÓNICA
Su entorno pasó de reunir a drogadictos a acoger botellones nocturnos

los santos les iba mejor con los yonquis. Al menos a los de Pontevedra: desde que la movida nocturna desplazó a los drogadictos del Campiño de Santa María, las figuras de la portada de la basílica se han convertido en el principal blanco de las agresiones al patrimonio de la ciudad. Hasta San Marcos, que ha observado durante los últimos quinientos años, desde detrás de sus gafas, lo que pasa ante el edificio, ha acabado por encontrar natural la compañía de jóvenes entregados al desenfreno nocturno.
«Hai moita xente que ten visto a estes rapaces facendo competicións para ver quen chega máis arriba na fachada», explica Luis Durán, secretario de la junta parroquial de Santa María y activo defensor de este conjunto arquitectónico. En el entorno de la iglesia, además de los bares, ha enraizado la costumbre del botellón nocturno, y los jóvenes, muchas veces menores de edad, se aplican con fruición a la mezcla e ingestión de licores varios. «Despois, xa se sabe», explica Durán, «con 17 anos non se ten moita cabeza, e póñense a escalar pola fachada, que ten os anos que ten e calquera día cae abaixo, ou a pintar as imaxes».
Cementerio viviente
Todo esto ocurre desde hace poco más de un lustro. En los ochenta, O Campiño era uno de los muchos cementerios vivientes que edificó la heroína. «Os drogadictos ían ó seu, recollíanse na súa esquina, e por aquí non pasaba case ninguén», explica una vecina que pasea un perro. La costumbre la ha convertido, como a muchos habitantes de la zona, en expertos químicos: saben qué producto hay que aplicar en las paredes para borrar la huella de los grafiteros, y conocen los últimos avances en antioxidantes y protectores contra los ácidos de la orines alcohólicos.
Chano tiene una casa muy cerca de Santa María. Durante los fines de semana comparte un agitado sueño con el espíritu de Valle Inclán -que vivió donde duerme ahora él- y con el batifondo de la movida nocturna. «¿Sabes lo que es volver a casa y encontrarte a un tipo vomitándote en la puerta, y tener que pedirle por favor que se aparte, por lo que te pueda pasar?», se pregunta. «Me quedo porque vivir aquí es un orgullo, y porque me siento corresponsable de lo que le pase a esta casa», remacha.
Encaramados al cruceiro
Chano asegura haber visto a varios chavales escalar por el cruceiro de Cinco Rúas, «y a un tipo sentado a horcajadas en el de Santa María». «Se só fose unha vez...», confirma la señora del perro, que ha contemplado cómo la cruz «abaneaba coma unha varilla de madeira».
Los vecinos proponen como medidas para paliar las agresiones la instalación de vallas ante el Cristo da Boa Viaxe -le quemaron la cabeza con una bolsa de El Corte Inglés- y de la misma portada. «A ver se queda algún dentro», comenta la señora.
Aunque con menos repercusión, los ataques nocturnos a edificios religiosos se han producido en varias ciudades gallegas. En el monasterio de Ribadavia conservan con orgullo un grafismo de hace casi cien años, y que anuncia Avante, una revista precursora del nacionalismo gallego. En Lugo, hace años, aparecieron sobre los muros de la catedral cruces invertidas y mensajes anticlericales. Con la pintura negra todavía fresca, la policía detuvo a su autor mientras limpiaba la brocha en la Fonte do Campo, a pocos metros de la iglesia.

Tomado de: http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2001/06/05/598578.shtml

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